viernes, 17 de diciembre de 2010

Time Code 00:00:15 The First Attack

Madrid. Septiembre. 2001

Le pido una pastilla de bencedrina a mi colega Aitor, un becario de la Agencia Efe. Una bolsa con al menos cien pastillas entra en el bolsillo de mi cazadora. Acabamos de salir de un After Gay cerca de la Biblioteca Nacional, con una diseñadora que ha trabajado en la última película de Miguel Bardem. Un adolescente modernillo entra de la mano de un empresario a la discoteca. El portero sonríe amable. Paramos un taxi que patina por el agua de la lluvia. Nos dirigimos hacía la Latina. Nos cuenta como se avergüenza de su trabajo para este director, que no se puede caer más bajo. No lo entiendo. Mi amigo Aitor comienza a comerle la oreja. Parece que se tranquiliza. Su angustia vital desaparece. Yo me uno por el otro lado. Sus pezones se erizan en mi boca. Noto como su calor corporal asciende. Los ojos del señor del taxi nos dice que ya hemos llegado a través del retrovisor. Ella se recompone la vestimenta. Igor le toca el culo. Noto una acaricia en mi paquete. Subimos a un quinto piso en un viejo ascensor de jaula. Allí nos espera una fiesta petit Comitte. Un cincuentón con barriga en bolas hace un gesto de garra felina con la mano. Aitor que tiene más prisa que yo por echar un polvo se lleva a la diseñadora al cuarto de baño. La música esta muy alta. La gente baila. Un chico androgino pasea con sombreo de copa como única ropa unos pantyes. Las persianas están bajadas. Unas luces negras son la única referencia de luz. En el salón hay una chica desnuda pintada con colores fluorescentes con un piercing amarillo acido en el clítoris. Comenzamos a hablar. Pongo un par de tiros de farlopa de medio gramo y a los cinco minutos le estoy chupando el coño. Me canso, y con una sonrisa me despido, mientras saco un pelo de su vello púbico de la boca. Ella me acaricia la cabeza. Otro ocupa mi lugar y la rocía con leche. Es precioso el efecto estético. Estaría allí eternamente. Busco cualquier cosa para beber. Encuentro en la cocina una botella de tequila cuervo, y unos pequeños tapones helados. Empiezo a repartir tapones entre la gente que hay allí y pastillas de bencendrina. Aitor sale del cuarto de baño. Entro y la diseñadora tiene puesta una larga fila de cocaína. Aspiro con un billete de 50 Euros y me encuentro con su vagina delante de mi cara. Comienzo a sorber sus labios genitales mientras ella hace fuerza con sus manos en mi cabeza. Su jugo vaginal brota abundantemente. Es casi como una meada. Salgo del cuarto de baño. Noto un flash fotográfico. En una habitación contigua le están haciendo unas fotos a un niño pequeño mientras lo sodomizan. Llamo a la policía desde el teléfono móvil que encuentro en una chaqueta Christian Dior. Busco a Aitor y le digo que nos vamos. Es más de lo que se pueden permitir mis neuronas en este momento. Salimos a la luz. Me pongo las gafas de sol. Un policía corre a nuestro lado en dirección contraria. Tomamos un taxi. Llévenos a la calle Fuencarral. Paramos en frente del Bar Moreno. Esta como siempre lleno hasta los topes. Según entramos hay un chico inconsciente en el suelo. Le tomo el pulso. Esta vivo. Coloco una pastilla de bencendrina en su boca y le doy una cerveza. La música rasga. Son clásicos de música disco de principios de los noventa, cosas como Technotronic. Two Unlimited, Ace of Base, o Rick Astley. Descubro que es lunes. Un travesti precioso y con grandes tetas se me acerca. Una voz me dice cuidado al oído. Nos vamos a un reservado. Me la follo por el culo mientras aspiro un poco más de coca. Termino dentro de él travestí sin condón. Voy al cuarto de baño. Me miro; los ojos están rojos. Saco Vispring y lo echo. Vuelvo a la barra. Aitor no está. Le pongo un mensaje al móvil. Entro a trabajar, tecla de farlopa, vily, desodorante y colonia Farenheit. Abro el Outlook. Tengo 130 mensajes en la bandeja de entrada. La mayoría son correos internos de la discográfica. Un pdf me llama la atención. Habla sobre como al jefe de la multinacional le produce una sonrisa de satisfacción cuando escucha nuestra última producción en el tono de móvil de un adolescente. Las cifras no son demasiado halagüeñas. Entro el despacho de mi jefa. Los dos estamos esplendidos, quizás demasiados activos para ser un lunes. Se que le encanta mi pelo decolorado y mi pinta de yonki demacrado por largas horas escuchando house puesto de Mdma. No creo que me allá escogido por otra razón. Un chico moderno que es capaz de estar drogado horas sin desfasar es un buen fichaje para según que ambientes de negocio. Para esto soy perfecto. Solo espero que me paguen la clínica de desintoxicación. Me pregunta si escucho voces. Le respondo que ya somos cuatro. Unas cuantas tareas, y empiezo a investigar en los ordenadores. Sorprende que toda la contabilidad de los derechos de autor este basada en MSdos. Siempre es mejor hacerlo desde dentro, en horas de oficina. El compañero de mi jefa me llama para tener una interesante conversación sobre sus inversiones en Marbella. No se si son consejos paternales, pero tengo claro que serán el tipo de preguntas, lo que hará que ellos me impliquen. Intento aparentar que no entiendo de lo que me esta hablando. Pienso en las capas de maquillaje que lleva encima. Para nosotros es fatal tener mala apariencia. ¿Cuantos años habrá llevado el mismo ritmo que yo? Me da unas entradas vip para un concierto de Muse en la sala Riviera. Más trabajo debo de acercarme al cantante de Sugarless que estará por allí. Invito a una compañera creativa. En el reservado me habla de las próximas acciones sponsorship de la operadora Orange en Portugal. Pago unas Jb colas a un grupo que entrega una maqueta. Nos vamos al backstage de Muse. Nada muy reseñable. Cogemos un taxi para la zona de Cuzco. Allí despido a mi acompañante. Noto como me baja el azúcar. Me acerco andando a un SevenEleven. Caliento una hamburguesa en el micro. Llevo 72 horas sin comer algo caliente y masticable. Unos chavales roban en la zona de sándwiches. Aprovecho para coger unos zumos. Ando por la estación de autobuses de Plaza Castilla. Para mí el mejor momento del día. No recuerdo nada. No quiero recordar nada. En la parte trasera del bus me preparo un porro de marihuana. Bajo al estudio. Mi hermano está encerrado en su habitación aunque veo luz encendida. Me pongo los cascos y me conecto a la red. Me divierto un rato leyendo el libro rojo de la publicidad, pero sobre todo pienso. No consigo dormirme. Un sonido acido y el salvapantallas haciendo espirales me levanta. Entro al trabajo. Esta vez no necesito, ni vily, ni desodorante y llevo puesto Dolce Gabbana, pero la tecla de farlopa es una costumbre difícil de dejar. Una punta para cerrar el estomago. Mi jefa no ha llegado. Es el momento de hacerlo. Copiar los archivos es demasiado complicado sin dejar huella, pero imprimirlos en medio de un albaran desde otro ordenador. No lo es tanto. Simplemente saldrán por la impresora de asesoría jurídica. Subo con normalidad a dirección con un carpeta amarilla. A la secretaría le pido la validación de un contrato que se va firmar esta mañana con un grupo nuevo de nu metal de Tres Cantos. Ella busca las referencias y manda imprimir el documento. Me dice que los recoja de la impresora principal. Allí están los otros archivos. La impresora se atasca. Le doy un golpe. Espero paciente a que salgan las hojas de la impresora. Otro instante más y cojo el fajo. Lo meto todo en la carpeta. Vuelvo con la secretaria. Así que tú eres el nuevo. Ya sabes que todos los que trabajan en tu puesto llegan muy lejos. Le contesto que espero estar a la altura. Coge el contrato y cierro la carpeta con la hoja que me interesa. Lo reviso y te los baja un becario. Sencillo. Muy sencillo. Mi jefa llama para decirme que se va a jugar al padel con Carlos Jean. Es lo mejor que puedes hacer una martes, le respondo. El jefe de ella viene a visitarme. Muy elegante pide que haga un Powerpoint con los datos del último trimestre del departamento. No me parece casual, y hago algo que nunca se debe de hacer; le digo que no puedo realizarlo. Tengo mucha tarea encima. Se que en menos de veinticuatro horas estaré fuera de la empresa. Razones todas las que quieran. Pienso mejor así. Será más difícil localizar quien fue el cabrón que desvió los datos. Mi mente paranoica lo organiza todo otra vez. Necesito otra manera verlo. No tiene por que tener una razón en concentro. Cambia los parámetros de conducta, así nunca te pillaran. Salgo a la calle. Noto a unos secretas a mí alrededor. No tendrían que estar allí. Corro en dirección contraría y en la Plaza Quevedo consigo un taxi. Dentro del vehículo me da la sensación que voy recibir un disparo y me tumbo. El taxista no le asombra, simplemente acelera. La radio habla de un acuerdo a nivel estatal para conseguir el estatuto de autogestión del país de Cataluña. No era tan sencillo sacar unos datos, o por lo menos no lo es ahora en mi mente. Le pido que cambie el trayecto varias veces al taxista. Bajo cerca de la embajada de los Estados Unidos de América. Me abren en un portal en la calle Serrano. Subo corriendo los 6 pisos. La puerta está abierta. Mi colega creativa publicitaria me dice que entre al salón. La mesa está puesta. Su madre se mueve en la cocina. En el cuarto de baño tomo un par de ansiolíticos. Sentados en la mesa, la madre nos sirve. Tomo solo la comida una vez que mi colega creativa ha probado antes. Ni que te fuera a envenenar, protesta. La miro; no sería la primera vez. Paranoico. Muy paranoico. He conseguido la información. Enseño el papel. Unos datos sobre las inversiones de Telefónica para el próximo ejercicio. Ella me da un libro viejo: la primera gramática de Antonio de Nebrija. Ahora si que vas a tener que correr, cariño. Esto se supone que tendría que estar en la biblioteca Nacional. Es mejor que cualquier movimiento bancario ¿No? Empiezan a ser demasiados datos para que tengas que controlarlos. Me digo que no tengo por que controlarlos. Suelto una carcajada, en realidad me encanta lo que estoy viviendo.

Unas semanas antes, un miércoles, en la Ohmm, una discoteca debajo del Palacio de Prensa, fumo un gramo de cocaína en los servicios con un dominicano. Me ensaña sus tatuajes. Una pequeña estrella en la mano indica que estuvo en la cárcel. Tiene 18 años y un hijo. Estaba constipado, pero al absorber la primera bocanada toda la mucosidad desaparece. Al salir del cuarto de baño, una colombiana, a la que no conozco, me acaricia los pezones con fuerza encima de la camisa. Reviento de placer por lo inesperado. El chico dominicano se sienta en el reservado. Olvido Gara alias Alaska me mira interesada. Le devuelvo la mirada y pierde la suya. Almodóvar y Amenabar se comen las bocas, pero a nadie parece llamarle la atención. La colombiana, rubia y con top, va acompañada por un chino que apenas puede mantenerse en pie. Mueve la cabeza de un lado a otro. No creo que sea consciente de que estoy a su lado. No te preocupes, mi cielo. Es la primera noche que toma coca. ¿Te apetece una copa? La colombiana y yo bailamos en la pista. Cuídate cielo, aparentas más edad de la que tienes, me dice la colombiana. El chino duerme en los asientos. Unos meses después le tendría que partir la cara en la Sala Long Play, a ritmo de los que pinchaba Miguel Mendoza. Un polvo con una de tus chicas no significa que puedas vender heroína en mis garitos. Termina la sesión. Me despido de los relaciones del lugar y encuentro en la salida con el chico dominicano. Un taxi, una raya, pasamos Atocha, y piso el suelo pringoso de un bar llamado el Punto Tropical. Unas golfas están en la parte trasera del bar acompañando a varios dominicanos muy bien vestidos. El chico me presenta a su hermano. En principio no hay ninguna intención detrás. Me dejan solo un rato. Se que no debo de mirar a sus mujeres, ni tampoco parecer demasiado indiferente. El hermano del chico dominicano se sienta conmigo. Gracias por dejarme compartir un rato con ustedes. Pide unas cervezas. Me dice que su hermano es un buen chaval que se esta intentando hacer un lugar en la ciudad. Tú y yo sabemos que no es casual que estés aquí. Ahora solo te pido que disfrutes, y que cuando quieras te marches en paz. Unas horas después salgo del lugar. Me acerco a una cabina telefónica y llamo a mi amiga la creativa publicitaria. Abre la puerta de casa. Comenzamos a follar en una cama que hace demasiado ruido. Adoptamos la postura del perro. Me pongo una bata blanca y salgo al salón. Allí encuentro a su padre leyendo el periódico muy despacio y bebiendo Jack Daniels. Con un gesto me índica que me siente. En mi mente retumba una frase que me dijo mi queridísima amiga la creativa publicitaria; sabias que mi padre maneja a un grupo de mercenarios en Argentina. Es para proteger nuestros intereses familiares allí. Mi hija me ha comentado que tienes ciertas habilidades que serían muy bien acogidas en nuestra familia. Bebo Jack Daniels. Nunca seríamos familia, pero si hay algo que siempre debes de hacer es pagar tus deudas, y más con este tipo de gente. Añade tú el resto, o crees que me hubiera puesto a trabajar en una discográfica para que me paguen la paga mes a mes. Se que faltan datos, información, trama pero no lo recuerdo.

Unos meses después de ser despedido de mi trabajo. Mi jefa me manda un e-mail con la siguiente frase: ¿Serías capaz de repetirlo? Un grupo de Nu metal de Tres Cantos firmaba su contrato con la discográfica en mi ultimo día en aquella empresa. El cantante sorprendido de verme allí coge mi número teléfono. El Dj Fulano se ha colado en el tren de cercanías y un revisor le ha puesto una multa, por eso han llegado una hora tarde. Era coherente, así que les dije que les debía un video clip, era lo mínimo después de haberles conseguido un contrato en una multi. No se si todavía lo habéis comprendido esto no era una cuestión de fama o de dinero. Nunca lo ha sido. Nunca lo será. Eva vió el videoclip. Mejor vídeo que canción. Un número 1 de la lista Mtv Rock Chart. Yo decidí no dar ningún paso atrás. No volvería hacerlo por aquellas razones. Nunca más. Eva me pide que no cuente más. No es necesario. Una pincelada. Solo sabed que puede ser que no estuviera allí. Le digo a Eva que no lo se con seguridad. Es otra versión más del personaje que probablemente existió. Eva duda. Mi contestación fue: Por supuesto. Organizarlo. Yo estaré allí. Eva susurra una vez tras otra acariciándome; El espejo en el techo. El champagne en el hielo; y ella dijo somos todos prisioneros por propia voluntad, y los cuatro principales hacen su siesta. Atacar a la bestia, pero no la lograron matar. Suena otra vez la misma canción en la casa azul. Duermo en su regazo en posición fetal pensando en nuestro hijo. La prueba de embarazo ha dado positivo. Solo ahora es cuando Eva es real, como cualquier otra mujer.

Un año atrás estoy en sala Caracol viendo a un grupo de Tres Cantos de nu metal con el Dj Fulano. Acababa de llegar de Miami y alegra ver a unos antiguos compañeros de instituto tengan un espectáculo tan potente. La sala esta llena hasta los topes. Después del concierto se les acerca un AR de una multi al backstage dispuesto a invitar a coca. En principio no soy más que un chepa haciendo algunos trapis por el local tomándose una copa uno minutos con ese mismo AR. Sencillo. Muy Sencillo.