domingo, 13 de febrero de 2011

Time Code 00:00:05 Believe in Me.




Parece que en algún lugar de mi mente todo esta bien. Eva dejo de creer en mí, y fue entonces cuando tuve que recorrer las líneas de mi pasado. He perdido el cargador de la batería de mi Blackberry. La única posibilidad que tengo es volver a ser yo. Se que me conectare de nuevo con vuestra ayuda. Escucho una y otra vez una canción del Utah Saints, Believe in me. Caminando con mi hermano Oscar, por la noche en la Calle San Vicente Ferrer de Madrid, vimos a una pareja peleándose. La calle tenía ese color sepia que tanto me gusta de la zona de Malasaña, que da un tono cinematográfico a cada uno de las situaciones que ocurren en aquel lugar. Los dos eran muy atractivos, y no parecían una representación de un sentimiento ficticio. Eran reales. Ella chillaba con toda su alma, daba la sensación de que cada uno de gritos estuviera amplificado con la intención de conectarse, de ser querida en definitiva. El estaba callado mirándola fijamente. No se movía. Ella de pronto dejo de chillar. El la observaba, lanzando preguntas hacía su interior. No le importaba nada lo que había a su alrededor. Solamente ella. No creo que escuchara lo que ella decía. Estaba de más. Ella se dirigió hacia él y le dio un beso con tanta ternura que todos los que estábamos allí lo sentimos. El nombre de él era César. Ella era África, una prostituta de lujo. Vivian en la plaza Luchana. César era un estudiante de periodismo, que estaba rodando su primer cortometraje llamado Voces Blancas. Una pieza rodada en Umatic en un piso en ruinas de unos compañeros estudiantes. En aquel corto imperfecto dos hermanos, un pintor y un yonki, se peleaban, para finalmente uno de ellos acabar suicidándose con la ayuda del otro. Alejandro Amenabar, que vivía cerca de allí, quien acababa de finalizar el rodaje de Tesis, visitó el rodaje para darnos su apoyo y decirnos de manera sucinta que ningún productor estaría interesado en aquel trabajo. No le faltaba razón.

Mi hermano y yo nos miramos. Creo que pensamos lo mismo que estas situaciones solo podían ocurrir allí, y no nos equivocábamos mucho. Yo seguía andando, y cuando me quise dar cuenta había perdido a mi hermano, pero no me pare. Ande rápido para después correr. Me prometía, juraba que no pararía hasta encontrar a una mujer como aquella. Volví a mentirme.

Un año antes, África, una mujer de 25 años, nacida en los alrededores de Cuenca, que estudiaba periodismo en la Universidad Privada Antonio de Nebrija, arrancaba su coche. Llevaba un corte de pelo afrancesado, que le daba un aire a la actriz francesa Irene Jacob, en la película Rojo, de Kieslowski. África no tenía móvil por aquel entonces. Un amigo Concejal de deportes en el ayuntamiento de Tres Cantos me dijo que siempre detrás había una mujer. Su ayudante que había trabajado para IBM me miro en silencio. Nunca supe si compartía ese sentimiento o simplemente me estudiaba.

África tenía un Nissan Micra rojo, al que llamaba Bubu. Cesar andaba hacía el autobús cuando África se le acerco y le dijo que subiera al coche. África y Cesar habían coincido pocas veces y solo habían tenido unas leves conversaciones sobre una película que admiraban profundamente ambos: Rojo de Kieslowski. Cesar dudo. No lo entendía muy bien, y además tenía la tarde ya organizada. Pero África insistió. Los dos se fueron al apartamento de África, en Cuatro Caminos. Cesar seguía sin entender la situación. Llegaron al apartamento. Un lugar con paredes blancas sin mucha decoración que destilaba soledad. En una mesa de cristal había unos cómics de Milos Manara, y un porfolio sobre Louis Brooks. A Cesar le llamo la atención que aquellos dibujos y fotos eran el referente estético de África. Su forma de moverse, andar y vestirse era la misma. África estaba insegura y hablaba sobre su anterior relación con un conocido crítico cinematográfico: Carlos Boyero. Ella también hablaba, con admiración, sobre Almudena Grandes. El estudiante no conocía ese mundo. No le interesaba. Cesar no dejaba de preguntarse si aquello era real. África bajo la persiana de la habitación. Cesar bebía cerveza. Tras unos instantes de inseguridad, Cesar decidió besar a África en los hombros, mientras bajaba los tirantes del vestido para descubrir sus enormes pechos. África contenta, agradecida, le susurro al oído;- ¿Por qué no nos vamos a la cama? Es más confortable. El universitario siguió él cuerpo.


África entro en la habitación y beso con fuerza a África. Cesar paro un instante. Cesar dejo a  África en la cama, había visto un reproductor de CD, en el salón. Puso a los Sex Pistols. Never Mind The Bolocks. África le recibió excitada. Cesar entro en ella. África jadeaba y gritaba cabrón una y otra vez. Cesar incomodo por el griterío notaba como África se corría con abundancia. África le decía- mira como me tienes cabrón- cogiendo la mano de Cesar y haciéndosela pasar por la entrepierna mojada de líquido vaginal. Cesar era incapaz de concentrarse pero disfrutaba del tacto del cuerpo de África. Ella paro un momento y con una vocecilla alegre y suplicante le pidió por favor que se la dejara chupar. Acto seguido Cesar levanto la sabana para ver como África le succionaba su miembro viril. Cesar no se encontraba cómodo. Aunque África se esforzó toda la tarde en que se corriera a él le fue imposible. África llevo en coche a Cesar a la casa de los padres de éste. Durante la conversación le dijo algo que no olvidaría jamás.-Cesar, cariño que bien me vas a venir para está primavera. Además siempre he pensado que es inversamente proporcional el tiempo en que tarda una persona en entrar a tu vida del que sale. No piensas lo mismo cariño.- Un día después Cesar apareció sin llamar en el apartamento África. Él tumbo a África en el suelo, le cerró las piernas, e introdujo su pene en la vagina, acariciando la cara de África. Ella tembló. Besaba con dulzura el rostro Cesar. África miro a Cesar sorprendida y comenzó a llorar. Cesar eyaculo dentro de ella. Ambos comenzaron a reír de satisfacción. Unas semanas después tendría dejar el piso. Su anterior novio, un empresario, su protector nos había puesto un detective para vigilar cada uno de nuestros movimientos. Nunca me llegue a enterar. No lo vi., ni me intereso.


                                                                              /....+*

                                                   NOEND